El 8 de junio de 2025, la pista de arcilla Philippe Chatrier de Roland Garros fue escenario de un espectáculo que pasará a la historia del tenis. Carlos Alcaraz, el joven prodigio de El Palmar, defendió con éxito su corona en una final épica contra el número uno del mundo, Jannik Sinner. Pero más allá de esta victoria, fue un anuncio especial, hecho en el día más feliz de su vida, que dejó al público atónito, a sus padres y a su entrenador, Juan Carlos Ferrero, entre lágrimas, y a muchos preguntándose: ¿qué pasó?
La final fue un duelo de titanes que duró cinco horas y 29 minutos, el más largo en la historia de Roland Garros. Alcaraz, con tan solo 22 años, remontó un partido que parecía perdido tras ir perdiendo dos sets y salvar tres puntos de partido. Con un marcador final de 4-6, 6-7(4), 6-4, 7-6(3), 7-6(2), el español demostró una resiliencia que evocaba los días de gloria de Rafael Nadal en París. La Philippe Chatrier, bañada por el sol parisino, vibraba al son de “¡Carlos, Carlos!” y del pasodoble español que resonaba en las gradas. Incluso leyendas como Andre Agassi, presentes en los palcos, no podían apartar la vista de la pista.Tras levantar la Copa de los Mosqueteros por segunda vez consecutiva, Alcaraz tomó el micrófono en la pista central. Con una sonrisa radiante y trofeo en mano, comenzó su discurso de aceptación. Habló de su familia, su equipo y de cómo Roland Garros le había cambiado la vida. Pero entonces su tono cambió. «Hoy es el mejor día de mi vida, no solo por este título, sino también porque quiero compartir algo especial con todos ustedes», dijo, mientras la multitud se sumía en un silencio expectante.
“Crearé la Fundación Alcaraz, dedicada a acercar el tenis a niños de comunidades desfavorecidas de todo el mundo. Quiero que este deporte, que tanto me ha aportado, sea una oportunidad para todos, vengan de donde vengan”. Las palabras de Alcaraz resonaron con una fuerza que trascendió la cancha. Sus padres, visiblemente emocionados, se abrazaron en la grada, mientras que Juan Carlos Ferrero, su entrenador y mentor, no pudo contener las lágrimas. La idea de esta fundación era un sueño secreto, un proyecto que Alcaraz había planeado durante meses con su equipo, inspirado en las historias de niños que, como él, soñaban con sostener una raqueta pero carecían de los medios para lograrlo.
Sin embargo, no todos comprendieron la magnitud del anuncio. Algunos espectadores, quizá esperando una revelación más personal o sensacional, quedaron desconcertados. En redes sociales, los comentarios iban desde la admiración hasta la perplejidad: “¿Una fundación? ¡Pensé que iba a anunciar algo más grande!”. Pero para quienes conocen a Alcaraz, el gesto reflejó su esencia: un joven que, a pesar de la fama y los millones, sigue apegado a sus humildes raíces murcianas.
Según fuentes cercanas al deporte, la Fundación Alcaraz comenzará a operar en 2026 y ofrecerá academias de tenis gratuitas en España, Latinoamérica y África. Alcaraz planea dedicar una parte significativa de sus ingresos, incluyendo los 2,55 millones de dólares que ganó en Roland Garros, a financiar el proyecto. «El tenis me salvó; me dio un propósito. Quiero que otros jóvenes tengan esa oportunidad», declaró en la rueda de prensa posterior, donde también bromeó diciendo que no se haría un nuevo tatuaje, sino que se compraría un reloj genial para celebrarlo.
Esta victoria y anuncio marcaron un punto de inflexión en la carrera de Alcaraz. Con cinco títulos de Grand Slam en su haber, se consolidó como el heredero de Nadal, con un estilo único que combina un talento inmenso con una humanidad desbordante. Al despedirse en el estadio Philippe Chatrier con una ovación atronadora, Alcaraz dejó claro que su legado se mediría no solo en trofeos, sino también en las vidas que transformaría. En ese día inolvidable, París coronó no solo a un campeón, sino a un visionario que sueña con cambiar el mundo, raqueta a raqueta.