La antigua ciudad de Tenochtitlán, capital del poderoso Imperio Mexica, es reconocida por su impresionante desarrollo urbano sobre el lago de Texcoco. Fundada en 1325, esta metrópolis prehispánica fue un ejemplo extraordinario de ingeniería hidráulica y planificación urbana. Su red de calzadas y canales asombró incluso a los conquistadores españoles, quienes la compararon con Venecia por su belleza y funcionalidad.

Las calzadas: caminos sobre el agua
Uno de los elementos más destacados del sistema urbano de Tenochtitlán eran sus calzadas, estructuras que conectaban la ciudad-isla con la tierra firme. Estas vías no solo facilitaban el acceso, sino que eran estratégicas para el comercio, el transporte y la defensa.
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Tres calzadas principales unían Tenochtitlán con Tepeyac al norte, Tacuba al oeste y Coyoacán al sur. Cada una tenía una longitud aproximada de 8 kilómetros.
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Construidas con piedra, tierra, madera y grava volcánica, eran lo suficientemente sólidas como para soportar el tránsito constante de comerciantes, guerreros y ciudadanos.
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Contaban con puentes móviles que podían retirarse por la noche o durante ataques, protegiendo la ciudad de posibles invasiones.
Los canales: venas líquidas de la ciudad
Dentro de Tenochtitlán, los canales servían como calles acuáticas, facilitando el transporte y la distribución de bienes. Eran una parte esencial de la vida diaria y económica.
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Las canoas reemplazaban a los carros como medio de transporte. Se usaban para mover personas, alimentos, materiales de construcción y productos comerciales.
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El mercado de Tlatelolco, uno de los más grandes de Mesoamérica, recibía mercancías diariamente a través de estos canales.
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El diseño hidráulico permitía una logística eficiente y ecológica, que mantenía la ciudad en armonía con su entorno lacustre.
Innovación hidráulica: armonía con la naturaleza
Los mexicas desarrollaron una infraestructura compleja que respetaba y regulaba el medio ambiente, garantizando la sostenibilidad de su ciudad.
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Diques y albarradas, como el famoso dique de Nezahualcóyotl, separaban el agua salada del lago de Texcoco del agua dulce utilizada para el consumo humano y la agricultura.
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Las chinampas, islas artificiales flotantes regadas por los canales, convertían el lago en una tierra fértil y productiva. Este sistema agrícola permitía cosechas múltiples al año, asegurando el abastecimiento de alimentos.
Un legado que perdura
El sistema hidráulico de Tenochtitlán es testimonio del ingenio mexica, que supo adaptarse al entorno y convivir con la naturaleza. Lejos de dominarla, los mexicas desarrollaron una ciudad autosuficiente, espiritual y funcional.
Hoy, bajo las calles de la moderna Ciudad de México, aún yacen vestigios de este patrimonio ancestral, recordándonos que el verdadero progreso nace del respeto a la tierra y el uso sabio de los recursos naturales.